Vitoria: Secretos de 8 artesanos combatiendo al mundo tecnológico

En un mundo cada vez más virtual y dominado por la tecnología todavía es posible dar con artesanos que en sus pequeños talleres crean piezas únicas y originales canalizando su creatividad a través del trabajo de sus manos.

Con motivo de la celebración este 19 de marzo del Día Internacional del Artesano, seis artesanos de Vitoria explican a EFE los secretos de su trabajo y la satisfacción de un oficio por el que incluso dejaron atrás sus carreras profesionales para apostar por su vocación y emprender un nuevo camino laboral.

A Zigor Anguiano Calzada el amor por la encuadernación le viene de familia: su abuelo ya trabajaba de ello. En 1999 se apuntó a la Escuela de Artes y Oficios y montó un pequeño taller en casa que compaginaba con su trabajo. Cuando los pedidos empezaron a incrementarse decidió «lanzarse», dejar de ser un informático «quemado» y vivir de su «hobby».

Así, en 2015 alquiló un local en el Casco Viejo y desde entonces encuaderna álbumes de boda, libros de administración, archivos municipales… y también escritos de personas a las que «se les ilumina la cara» cuando reciben sus libros personalizados. «Es muy gratificante», asegura.

Este artesano, que logra «ingresos regulares» gracias a los cursos que imparte en su taller, no se ha arrepentido nunca de haberse convertido en artesano. Ni siquiera en los primeros años cuando las inversiones en máquinas, herramientas y materiales lo hicieron más complicado.

«Dar rienda suelta a la creatividad»

Tampoco Mónica Martín González, artesana de mochilas, bolsos y otros complementos y creadora de la marca ‘Flamenca y morada’, se cuestiona la decisión que tomó hace siete años de apostar por su pasión -la costura– y abandonar su trabajo como educadora social, que también le apasionaba pero que terminó por «quemarla».

Inició este nuevo camino con un pequeño taller en su casa. En 2019 acudió a su primera feria, la de Navidad de Vitoria, y vendió todas las piezas «salvo 8 o 10 mochilas». «En ese momento pensé: esto igual es posible», relata.

Cuatro meses después llegó la pandemia y el negocio sobrevivió gracias a las mascarillas. Pero al final llegó la posibilidad de «dar rienda suelta a la creatividad» y ampliar el catálogo de productos. «Hacer cosas nuevas me parece que tiene magia y coser me da mucha paz», asegura Mónica, que pese a las dificultades de asegura que su oficio «recompensa».

Trabajar con la madera

Gaizka Olarte abandonó un trabajo de oficina después de 15 años para dedicarse a su verdadera vocación: la madera. Hace 7 años creó junto a su pareja, Elena Bueno, la empresa Egurra Ukitzen, en la que diseñan muebles, piezas de decoración, pendientes e incluso cuadernos. De hecho colaboran con Zigor Anguiano Calzada.

Una de sus principales vías ingresos son las «camperizaciones», es decir crear zonas de estar y almacenaje en la parte trasera de furgonetas. Es una actividad algo más «en serie» que su actividad habitual aunque mantiene su sello artesanal, explican.

En el taller tienen las tareas divididas. Gaizka está centrado en trabajar con la madera y Elena asume tareas diversas: se encarga de las redes sociales y del lijado final de piezas, lo que requiere de «paciencia y maña» para lograr un acabado fino.

«Hay un boom de la cerámica»

A los seis años Leire García López de Munain ya que quería ser alfarera. Tenía clara su vocación y, tras un rodeo que incluyó estudiar Turismo, se formó en cerámica en Valencia. En 2020 abrió «Fanguito», un pequeño taller de 22 metros cuadrados en el barrio de Lakua.

Tazas, cuencos, macetas, jarrones, bisutería son algunas de las piezas que modela y que le llevaron en 2021 a alzarse con el Premio de Artesanía Blas Arratibel, que concede la Diputación de Álava.

Compagina el oficio con impartir cursos en los centros cívicos de Vitoria y en su propio taller, donde tiene lista de espera. Los ingresos fijos de la formación y la buena marcha de las ventas le permitirán duplicar en breve el espacio de su taller. «Ahora mismo hay un ‘boom’ de la cerámica, de la artesanía y de todo lo hecho a mano», se felicita.

«No hay cultura de joyas artesanales»

Los hermanos Eneko e Itxaso Muñoz están al frente de Nkoda, un negocio de joyería de autor en la que él diseña piezas artesanales irrepetibles y ella asume tareas como la gestión de la web y redes sociales y la atención a los clientes.

La empresa surgió hace cinco años y en este tiempo el empeño de Eneko, que tiene un talento «innato» para el trabajo manual, es «crear marca»: que el nombre sea reconocible y se amplíe así el nicho de mercado.

No es una tarea sencilla porque «no hay mucha cultura de joyas artesanales» y hay personas que prefieren lucir piezas de marcas famosas. Sin embargo «hay un porcentaje de gente que lo valora muchísimo» y que incluso acuden a él para encargar una joya personalizada.

Vidriero, un oficio que escasea

Mikel Delika es vidriero artesanal desde 1992. Aunque ha instalado vidrieras nuevas en bares, comercios y edificios, su trabajo es «casi al 100 %» restaurar, principalmente composiciones de finales del siglo XIX y principios de XX.

Esta actividad ha ido a menos con los años y ya no hay empresas, sino «unos pocos autónomos» que han creado la Asociación para la Restauración de Vidrieros de España para, entre otros objetivos, impulsar la formación reglada, algo que ya existe en otros países europeos.

«Mi trabajo me gusta, me hace feliz y no tengo intención de jubilarme aunque por los años trabajados pueda hacerlo», señala este vitoriano de 63 años que atiende a EFE por teléfono mientras restaura en Gáldar (Canarias) las vidrieras de la Iglesia de Santiago Apóstol.



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