2 nuevos voluntarios vitorianos en el campo de refugiados griego
Foto de la llegada de la consejera

Por Naiale Urkijo (EFE).- Jakob Shabani y su familia abandonaron su país, Turkmenistán, en 2019 huyendo de las violaciones de derechos humanos. Sus padres han logrado ya establecerse en Alemania aunque él y su hermano continúan en la isla de Lesbos, donde se ubica el mayor campo de refugiados de Europa. Y donde han llegado esta mañana dos nuevos voluntarios de Vitoria.

En este tiempo ha cambiado de forma significativa cómo los medios de comunicación griegos se refieren a las personas que como ellos dejaron sus casas para alejarse de guerras o persecuciones políticas y religiosas: primero eran refugiados, después migrantes, posteriormente migrantes ilegales y por último «invasores».

Las personas refugiadas, explica Shabani a EFE, necesitan que se respeten sus derechos, algo que no ocurre en «los mal llamados campos de refugiados, porque son zonas de detención» y eso empieza por «no llamarnos criminales».

Y pasa también por darles «un trato digno» y cubrir necesidades básicas como la alimentación. Las raciones que las autoridades griegas dan a los 3.300 personas refugiadas del campo de Kara Tepe II son insuficientes.

ZAPOREAK PREPARA 2.000 RACIONES DIARIAS DE COMIDA

Por ello la ONG guipuzcoana Zaporeak, a la que estos días visita la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Nerea Melgosa, lleva años repartiendo raciones adicionales en cuya elaboración se tienen en cuenta las costumbres y gustos culinarios de los internos en el campo.

Cada una de las más de 2.000 raciones diarias que prepara Zaporeak se compone de un plato, una fruta y un pan de pita.

El menú de este jueves es pollo con arroz cocinado con cúrcuma, una especia muy frecuente en los países de origen de los refugiados del campo, que en la actualidad está ocupado sobre todo por afganos que huyeron de los talibanes.

Es uno de los «platos estrella» pero el pollo es caro y no es viable ofrecerlo tres veces por semana como le gustaría a Zaporeak, en cuyas cocinas un equipo de seis trabajadores -todos refugiados- y un grupo de voluntarios formado por entre 3 y 6 personas trabajan cada día durante horas para preparar la comida.

Shabani es el responsable de las cocinas, adonde esta misma mañana han llegado cuatro nuevos voluntarios: dos vitorianos y dos navarros de Tudela. Colaborarán durante tres semanas para ser relevados después por un nuevo reemplazo de voluntarios.

Durante este tiempo trabajarán a mano con otros voluntarios del propio campo de refugiados, algo impensable con el anterior director del campamento que no permitía las salidas del mismo. La situación se ha flexibilizado ligeramente aunque sigue siendo una «zona de detención» con vallas y un trato poco amable en el mejor de los casos.

SHABANI: QUIERO IR A EUSKADI Y APRENDER EUSKERA

«Un solo día en un campo es suficiente para tener un trauma. Te hacen sentir como un criminal», asegura Shabani, que ya tienen «los papeles griegos» y que tiene entre sus planes de futuro trasladarse a Euskadi y aprender euskera, como ya ha hecho con un castellano que habla a la perfección.

Le atrae la cultura vasca que ha conocido a través de Zaporeak y además su pareja trabaja en la ONG. Se trata de la donostiarra Paula Lapojaude, que tras varios periodos de tres semanas como voluntaria en Lesbos -también ayudó en Canarias- hace un año se estableció en Grecia, donde sintió que estaba su sitio y donde ha encontrado una familia.

«Me quedo sin fecha de vuelta», explica Lapojaude mientras trabaja en la preparación de las raciones de comida que se repartirán hoy en el campo.

A su lado, la vitoriana Cristina Prado afronta su primer día como voluntaria en las cocinas de Zaporeak. Llegada hoy mismo desde Euskadi junto con su marido, José Ángel Rodríguez, lleva años colaborando a través de la asociación de la parroquia San Juan Bautista del barrio de Judimendi tanto con Salvamento Marítimo Humanitario como con Zaporeak, pero es la primera vez que lo hace «in situ».

Este matrimonio alavés ha querido aprovechar su reciente jubilación para mejorar «una realidad muy triste como es un campo de refugiados». «A ver si contagiamos un poco» las ganas de ayudar, ha deseado Prado en las mismas cocinas en las que mañana la consejera colaborará en el preparación de las raciones de Zaporeak. EFE



4 Comentarios

Dejar respuesta