Opinión por Carlos Samaniego

Perdedor. Según el diccionario de la RAE, ‘el que pierde’.

Perdedor: quien no ha obtenido lo que se disputa en un juego, una batalla, una oposición, un pleito. Perdedor: quien anunció públicamente su derrota a los dos días de celebrarse las elecciones.

Perdedor: quien tras un análisis somero de la situación y en un gesto de honorabilidad que le llegó a honrar, vislumbró los exiguos apoyos con los que contaba dentro de su propia organización y optó por anunciar su inminente marcha.

Perdedor: quien aun siendo la tercera fuerza política del Consistorio utiliza los resultados como le viene en gana y trata de justificar su encumbramiento aludiendo que quien nombra los alcaldes son los concejales (le faltó despreciar directamente el voto de los ciudadanos) Perdedor: en Vitoria, lo que acabamos de nombrar, es un alcalde perdedor.

Y lo es no porque carezca de la legitimidad representativa con la que justifica su elección, lo es porque lo supongo en la soledad de su despacho, el primer minuto de su mandato, sabiendo que está en manos de los peores socios en los que uno se puede apoyar, la cuña de su propia madera.

Lo es porque a la hora de repartir el trabajo de las áreas municipales ha sido consciente de su minoría; lo es porque a quien le dejó tirado en el último minuto del partido, le tiene que ofrecer ahora acuerdos, a pesar de que ni uno ni otro suman suficiente para dar estabilidad al trabajo que dicen querer desempeñar. Y volvemos al minuto uno, a aquél en el que vuelves a depender de los votos de la izquierda más abertzale para poder respirar.

Perdedor por no saber perder. Por no reconocer la victoria aplastante de quien has criticado con denuedo, por no reconocer que algo se habrá hecho bien en esta ciudad cuando tanta gente ha apoyado la labor del anterior regidor, cuando ese alcalde le ha sacado más de 15.700 votos. Por eso es un perdedor.

Perdedor porque se ha visto abocado a jugar a la copia sabiendo que el original aquí, no convence. Tiene que doler mucho creerte la esencia del vasquismo y que en la capital de Euskadi te pasen por derecha e izquierda. Jugar a la copia tiene el riesgo de que, al final, el ciudadano quiera comprar el original. Pero eso, agarrado como está al sillón, ya no importa.

Y qué decir del otro perdedor. De quien jugó a ser Dios y no llegó ni a monaguillo. De quien se permite el lujo de dar lecciones de honradez y transversalidad y se deja querer por unas migajas o despachos, que al caso es lo mismo.

Para que unos pocos se suban al tren han dejado en la estación a cientos de compañeros, y   años de historia y coherencia. Pero ande yo caliente…

El que me haya leído alguna vez se extrañará de tanta vehemencia. La explicación es sencilla. Ya me he cansado de ser políticamente correcto, me he cansado de que otros se atribuyan la esencia de la razón y la superioridad democrática, me he cansado de que insulten mi inteligencia, de que cuando sus opiniones son obscenas y execrables son fruto de la libertad de expresión y a mí me nieguen la posibilidad siquiera de votar diferente sin que me tilden de fascista o extrema derecha.

Pues mal que les pese en Vitoria no hay 35.722 extremistas, en Vitoria hay más de treinta y cinco mil ciudadanos perplejos, a los que un perdedor va a gobernar.

http://carlossamaniegoperez.wordpress.com/

1 COMENTARIO

  1. Hemos tenido alcaldes buenos, malos y regulares….pero éste individuo no gusta a casi nadie (a su amatxo y al abrazafarolas del Cuerda).

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