La dibujante Amaia Arrazola (Vitoria, 1984) regresa a Japón tras el éxito de ‘Wabi Sabi’ con ‘Bajo un cielo estrellado. Magia, Belleza y Leyendas Japonesas’ (Lunwerg Editores), en el que su colorista estilo y su potente trazo exploran leyendas que abordan el origen del mundo, el amor, el miedo y la relación con la naturaleza.
Relatos sobre increíbles y evocadoras criaturas como los ‘kamis’, los ‘onis’ los ‘yokais’ y los ‘kitsunes’ unen lo humano y lo divino en historias dramáticas y llenas de intensidad, favorecidas por la rica tradición oral del japonés, una lengua que tardó muchísimo tiempo en tener una escritura, como cuenta Arrazola.
Otra de las novedades que llega a las librerías es ‘El peso de los héroes’ (publicado por la editorial bilbaína Astiberri) es un multipremiado cómic del francés David Sala sobre sus abuelos republicanos españoles, cuyas tremendas historias -uno salió de Mauthausen con la promesa de no morir antes que Franco y el otro fue maqui- ha dibujado con influencias de Gustav Klimt y Francis Bacon.
Sala (1973, Décines, cerca de Lyon) cultiva un estilo gráfico que va del expresionismo al modernismo en una obra que, con un guión también firmado por él, le ha valido premios en su país como el Landerneau BD, el BD RTL del mes, Selección Fnac-France Inter, Gran Premio de la BD Elle y el Premio de la BD del Museo de historia de la inmigración.
Tras afrontar trabajos tan diversos como adaptar ‘El jugador de ajedrez’ de Stefan Zweig o dibujar a la pequeña Banshee, Sala mira ahora hacia su propia infancia en los años setenta y su posterior peripecia vital para recuperar los recuerdos que guarda de sus abuelos y sus padres en una obra traducida por María Serna y publicada el 16 de enero en España.
El abuelo materno del autor, el español Antonio Soto Torrado, sobrevivió al campo de concentración de Mauthausen, donde permaneció prisionero de 1940 a 1945. Pese a las secuelas, consiguió su objetivo al final de su vida: no morir antes que Franco.
Josep Sala, su abuelo paterno, también español, fue internado en el campo de Argelès-sur-Mer. Escapó durante un traslado y se unió a los maquis.
«Al parecer los genes tienen memoria. Yo no había conocido el miedo, el frío, el hambre, la humillación el exilio, la tortura. Nadie me había escupido por ser español (…) Pero sentía esas heridas como si fueran mías», se sincera David Sala en una de las 173 páginas del cómic.
La carrera como dibujante que desarrolló tras estudiar en la prestigiosa escuela ‘Émile Cohl’ le llevó por variados derroteros que finalmente han acabado en este ejercicio de memoria y reconocimiento de sus mayores -padres incluidos- con el que también muestra su compromiso político de una manera muy personal y a ratos hipnótico. EFE