Ponerse «gafas moradas» en Vitoria. Las herramientas de empoderamiento masculino «en el respeto y en la igualdad sin jerarquías» son la base del largo proceso por el que han pasado centenares de hombres en Vitoria y que para muchos de ellos ha supuesto «un regalo» que les ha cambiado la vida tras tomar conciencia de que «cada átomo de oxígeno está impregnado de sexismo».

Veinte años han pasado desde que nació On-Giz Ezberdin de la mano entre otros de Xabier Odriozola, que emprendió este proyecto «de hormiguita» con el objetivo de implicar a los hombres en la igualdad y demoler el sistema patriarcal. Con los años, ha incorporado también a mujeres que buscan conocerse a sí mismas y tener relaciones «más cercanas y saludables».

Las sesiones en grupo para hombres dieron paso a las dirigidas únicamente a las mujeres que veían como sus parejas experimentaban cambios importantes en su manera de relacionarse.

El siguiente paso, fueron los grupos mixtos, pioneros en España, en los que hombres y mujeres hablan, escuchan y colaboran para echarse una mano en las cargas que impone la vida en las sociedades patriarcales.

A través de sesiones dirigidas por dinamizadores en las que se utilizan distintas técnicas, «los hombres trabajan en la deconstrucción de su entidad sexista y machista, y las mujeres en su empoderamiento y en las políticas de liberación feminista», explica a EFE Xabier, que ha visto reconocida la labor de esta organización con el premio anual del Instituto Vasco de la Mujer, Emakunde.

En estos espacios se ofrece a los varones «herramientas de empoderamiento masculinas» que, lejos de ser una «amenaza» para las mujeres, se sustentan en «la humanidad, en compartir, en la igualdad sin jerarquías, en el amor, en el cuidado y en el respeto».

PROCESOS LARGOS PARA LIMPIAR EL SEXISMO

La diferencia con otras asociaciones que trabajan en este ámbito en el resto de autonomías es que en On-Giz se apuesta por procesos largos, de años, para desactivar las relaciones de poder en una sociedad en la que «cada átomo de oxígeno está impregnado de sexismo». «Imagínate 50 años bebiendo de una fuente machista. En un año no se va a lograr limpiar todo el organismo, pero los cambios son notorios tras años de trabajo», apunta.

MARTIN

Este es el caso de Martín, que define su paso por esos grupos como «el mejor regalo». «Me ha cambiado la vida», reconoce a sus 50 años de los que los 12 últimos lleva participando en esta «maravilla», a la que llegó «sin tener ni idea» a lo que iba.

En primera persona sabe que los cursillos breves no sirven para cambiar una forma de socialización heredada y aprendida durante generaciones de la que el exponente más crudo es la violencia machista. Se tarda años en entender y en tomar conciencia hasta que «caen las resistencias».

GAFAS MORADAS

«En ese momento te pones las gafas moradas y comienzas a ver las injusticias, las desigualdades y tu situación de privilegio con respecto a las mujeres. Es un hallazgo tremendo», asume.

El trabajo en grupo permite relacionarse entre hombres «de otra manera», desde «el corazón y los sentimientos» y brinda la «capacidad de escuchar, de comprender y de sostener las emociones ajenas sin huir». Requiere de «mucho entrenamiento» para los hombres educados como es su caso «en un mundo en el que llorar era de nenas».

«30 años después he vuelto a llorar y me he reencontrado con el niño que fui. Se trata de traer ese niño al adulto que eres y permitirle que exprese las emociones y los sentimientos», relata.

Se muestra optimista y cree que una sociedad más igualitaria es posible al recordar los avances del movimiento feminista, aunque insiste en que son necesarias también este tipo de experiencias para que los hombres afronten sus propios procesos.

«Las mujeres nos están pidiendo el 50 % de todo y hay hombres para los que eso es mucho. Los hombres no estamos capacitados para sostener eso que las mujeres tienen que decirnos. Requiere un entrenamiento y una conciencia», indica.

GRUPOS DE MUJERES LIBRES DE JUICIOS

Del otro lado, pero compartiendo camino y objetivos, las mujeres se acercan en la asociación buscando «empoderarse, conocerse y tener relaciones más cercanas y saludables», tal y como explica Esther Molinero, una de las dinamizadoras de los encuentros femeninos concebidos como entornos «respetuosos y libres de juicio» y que aterrizó hace 12 años en la organización empujada por la experiencia de su pareja en ella.

«Seguimos viviendo en una sociedad sexista. Las jóvenes son más conscientes que nuestras madres y nuestras abuelas, pero siguen viviendo en una sociedad en la que somos menospreciadas, violentadas y rechazadas», indica para poner el foco también en los más pequeños a los que se ha abierto las puertas también el último año.

AMAIA

A estos grupos femeninos acude Amaia, que llegó con la intención de «escuchar y escucharse» y de comprender el porqué de alguno de sus comportamientos como la asunción de los cuidados y el estado de permanente cansancio.

«A mi la experiencia me ha liberado mucho. No culpar a la sociedad, a tu pareja, a tu padre o a tu compañero de trabajo, sino responsabilizarme y elegir», indica Amaia, quien lleva cuatro años compartiendo espacio con otras mujeres y también con hombres en los grupos mixtos, en los que ha aprendido a «verles con mayor comprensión».

En ese sentido, explica que se ha acercado a «sus dificultades» y al origen de algunos de sus comportamientos. «Los hombres a veces ni siquiera se dan cuenta. Los han moldeado, tienen ángulos muertos que no ven y están entrenados para no verlos», reconoce Amaia, que apunta que esta toma de conciencia le ha ayudado a «quitar la rabia» y a ver que a ellos «también les cuesta su parte».

Amaia considera que instituciones como los ayuntamientos podrían implementar actividades de inicio similares. Mientras tanto se muestra afortunada de poder seguir participando en On-Giz: «un privilegio al que acceden unos pocos». EFE



3 Comentarios

  1. las que se pusieron moradas fueron als mujeres independentistas, con el policia infiltrado
    parece que quieren la recostrucciion de los echos

  2. Y me pregunto yo…¿Cómo puede ser que en una sociedad patriarcal, haya cientos de leyes y normas que benefician a las mujeres y perjudican a los hombres?, es totalmente incongruente. ¿De verdad se lo creen?, no sé, parece otro chiringuito que de vez en cuando tiene que asomar la patita para poder seguir cobrando de lo publico, el resto del año.

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