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El hasta ahora responsable de la diócesis de San Sebastián, José Ignacio Munilla, es desde este martes el nuevo obispo de Orihuela-Alicante, tras haber sido designado por el Papa Francisco para este cargo, del que tomará formalmente posesión en un acto que tendrá lugar el próximo 12 de febrero.

Por Ana Burgueño (EFE).- José Ignacio Munilla ha sido obispo de San Sebastián desde 2009. Este donostiarra volvió a su tierra convencido de que podría ser el pastor de todos, pero los recelos que despertó su nombramiento por su perfil conservador se han mantenido a lo largo de estos años en una diócesis de la que han procedido las críticas más duras hacia su labor.

Este prelado, con anterioridad obispo de Palencia y ahora designado obispo de Orihuela-Alicante, fue recibido también con las espadas en alto por parte de algunos sectores de la sociedad, como el de movimientos de gays, lesbianas y transexuales, además de feministas, que han protestado más de una vez contra algunas de sus controvertidas opiniones sobre cuestiones como la ideología de género, de la que dijo que quería «deconstruir la familia».

De las críticas del mundo político tampoco ha escapado, especialmente del espacio abertzale. El líder del PNV de Gipuzkoa, Joseba Egibar, vio en Munilla a un «ultraconservador» que llegaba para «despersonalizar» y «desarraigar» la iglesia vasca.

Nunca respondió directamente a este tipo de reproches. Días después de tomar posesión en una abarrotada catedral del Buen Pastor, Munilla aseguró a EFE que era «perfectamente posible» ser obispo de «nacionalistas y no nacionalistas».

Munilla, al que el también controvertido monseñor José María Setién ordenó sacerdote en 1986, ha sido cuestionado desde entonces, sobre todo desde la propia comunidad diocesana, aunque el prelado donostiarra ha ido sorteando las batallas internas con aparente tranquilidad.

Desde que casi 200 cristianos de Gipuzkoa, agrupados en «Kristau Taldea», dijeron en noviembre de 2009 que el nombramiento de Munilla como sustituto de Juan María Uriarte había carecido de «transparencia y verdad», al nuevo pastor de Orihuela-Alicante le han llovido todo tipo de calificativos desde distintos sectores de la iglesia guipuzcoana.

Eutsi Berrituz, otro grupo cristiano integrado por religiosos y laicos, le acusó apenas dos meses después de acceder al cargo de haber llevado a la diócesis «división y mucho dolor» y le criticó por «su escasa disposición al diálogo y la autocrítica».

«Ser causa de división y sufrimiento» y de «imponer una iglesia involucionista» son acusaciones que figuraban en un manifiesto firmado por 303 laicos y agentes de pastoral en noviembre de 2019 y que arreciaron unas semanas después cuando estas personas, adscritas al colectivo Gipuzkoako Kristauak, participaron en el santuario de Arantzazu en una misa concelebrada.

Culparon a Munilla de estar «descomponiendo la unión diocesana» por desarrollar una labor de «marcada orientación ideológica conservadora, próxima al integrismo».

«Nuestra diócesis, a causa de sus objetivos financieros, puede caer en el mercantilismo, olvidando a los necesitados», advirtieron asimismo sobre las operaciones urbanísticas que estaba desarrollando el Obispado y por las que ya había sido censurado en los meses precedentes.

La respuesta del prelado fue, a través de una carta remitida a los medios de comunicación, ofrecer a los críticos la entrada en los órganos representativos diocesanos y rebatir las acusaciones. Aseguró que en su década en el cargo se había duplicado «el presupuesto dedicado a los pobres» y defendió la gestión patrimonial realizada por la diócesis, que transformó dos edificios de su propiedad en apartamentos con licencia de hotel.

En esa ocasión, admitió que esas manifestaciones le habían causado «desconcierto y malestar». Pero más que a través de notas y comparecencias en ruedas de prensa, que las ha habido, el prelado se ha dirigido a los fieles de la diócesis a través de las redes sociales, en las que ejerce un apostolado muy activo.

Durante su etapa como obispo de San Sebastián, Munilla también ha gestionado un caso de abusos sexuales por parte del exvicario general de Gipuzkoa Juan Kruz Mendizabal, que la Fiscalía archivó por estar los hechos prescritos.

Después de que algunas víctimas hablaran públicamente de estos abusos, el Obispado reveló la existencia de una condena eclesiástica a Mendizabal, a la que se llegó «tras haber sido probada la veracidad de las acusaciones» contra el sacerdote al que se le impusieron «diversas penas expiatorias» y otras medidas administrativas y disciplinarias establecidas por el derecho canónico.

No todo han sido desacuerdos en está década larga. En marzo de 2017, tras el anuncio del desarme por parte de ETA, Munilla unió su voz a la de los obispos de Bilbao, Vitoria y Pamplona para calificar de «insuficiente» la proclama de la banda terrorista y pedir su disolución. EFE



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