Ordenan repetir el juicio del coche-bomba en Vitoria

La joven historiadora Ana Escauriaza ha escrito «Violencia, silencio y resistencia. ETA y la universidad (1959-2011)» a partir de una investigación «metódica, ordenada y académica». Hay datos que, sin embargo, serán siempre imposibles de conocer, el del talento que perdió la universidad pública vasca a causa del terrorismo.

«¿Cuánto hemos perdido los que vivimos en el País Vasco y Navarra por toda la que gente que se fue para no vivir en ese ambiente? ¿Cuánto talento intelectual habremos perdido, de gente que se fue porque quería respirar con mayor libertad o que no estaba dispuesta a venirse aquí porque no deseaba vivir esto?», se pregunta la autora en una entrevista con EFE.

Dice que ésa «es parte de la herencia» que ha quedado de las décadas del terrorismo de ETA y que, en ese sentido, «el terrorismo no es una cosa del pasado, es algo que nos afecta hoy en día».

«Es una de las cosas que he aprendido», remarca Escuriaza, que este viernes cierra en San Sebastián la presentación del libro en las capitales vascas, tras haberlo hecho ya en diciembre en Bilbao y la pasada semana en Vitoria. En Pamplona, lo presentará el 8 de febrero, y en su agenda, aún sin fecha, están Madrid, Santander, Soria y Palencia.

Editado por Tecnos, «Violencia, silencio y resistencia. ETA y la universidad (1959-2011)» es un trabajo de cuatro años que parte de la tesis que Escauriaza defendió hace un año en la UPV-EHU y que decidió centrar en la «relación» ETA-universidad, porque pese a que para la banda este ámbito educativo era clave, nadie hasta ahora había profundizado en ella.

LAS FUENTES DOCUMENTALES FRENTE A LA MEMORIA

La autora, nacida en Logroño en 1992, aunque se siente bilbaína, se embarcó en esta investigación «desde el desconocimiento», pero también libre de esa «memoria individual» que muchas veces no retiene lo sucedido en su conjunto y no se ajusta a los hechos «con exactitud».

A través de entrevistas y numerosas fuentes documentales, ha podido constatar que en la Universidad no todo fue un absoluto silencio ante los atentados y las amenazas de ETA.

«Lo que más me ha llamado la atención es que la gente recuerda muy poco las reacciones que se dieron. Aunque es evidente que hubo silencios y por eso está en el título del libro, desde los años 80 se produjeron reacciones en el ámbito universitario. Es verdad que fueron escasas y sin fuerza suficiente para generar un cambio, pero ahí están y nos habíamos olvidado», destaca.

Como ejemplo, menciona el asesinato en 1980 en San Sebastián del dirigente de UCD Juan de Dios Doval, que era profesor de la Facultad de Derecho de la UPV-EHU en la capital guipuzcoana y tenía 37 años cuando ETA lo mató. «Por parte de la Junta de Gobierno de la Universidad hubo una condena y por parte de profesores y alumnos, una concentración para condenar el atentado», señala.

«Desde finales de los 80, Gesto por la Paz convocó concentraciones en los campus universitarios, pero antes ya hubo condenas institucionales y manifestaciones en ese ámbito, sobre todo cuando los afectados son personas directamente vinculadas con la Universidad», precisa.

LAS ENTREVISTAS

Para este trabajo, Ana Escauriaza realizó más de una treintena de entrevistas a personas que vivieron esas situaciones en primera persona. Los exrrectores Pello Salaburu y Manu Montero prologan el libro y profesores amenazados como José María Portillo, Mikel Iriondo y Mikel Azurmendi, fallecido en 2021, ofrecen su testimonio.

Pero no obstante, con ETA ya desaparecida, aún ha habido ocho personas que han preferido no dar sus nombres para hablar de su experiencia, entre ellos profesores, un guardia civil y un ertzaina.

Del nacionalismo radical, de gente próxima a los postulados de ETA, no ha conseguido ningún testimonio, aunque lo intentó. Explica que, como hizo con el resto, envió correos electrónicos a varias personas, a algunas dos veces, pero no ha obtenido respuesta. No sabe si todo han sido negativas o en algunos casos no recibieron su mensaje.

Destaca que, entre los relatos sobre esos años en la Universidad, uno de los que más le ha impactado es el de Juan Olabarría, profesor del campus vizcaíno de Leiola, que colaboraba con medios de comunicación y que, tras ser amenazado, «decidió no volver a escribir en prensa porque valía más su vida que su opinión».

COMPRENDER EL MIEDO

En las presentaciones de Bilbao y Vitoria, Ana Escauriaza se ha encontrado ante un público adulto, personas que han sido testigos de las décadas del terrorismo de ETA pero a quienes lo ocurrido en los campus universitarios «impresiona al verlo en negro sobre blanco» y se preguntan «cómo pudieron vivir algo así durante tantos años».

«Habrá gente que echará en falta cosas o le parecerá que la memoria que tiene sobre los hechos no la refleja bien, pero lo que más me he encontrado es gente que reconoce que el trabajo de un historiador está por encima de la memoria individual de cada uno», afirma.

La autora recalca que no va a «juzgar a nadie» y si «alguien hizo bien o mal» en esas circunstancias.

«Reconozco que me ha sorprendido esa violencia y he comprendido también el miedo. Qué difícil tenía que ser defender tus ideas, aquello en lo que creías, enfrentarte a los que eran violentos y estaban respaldados, porque igual ellos no ponían bombas pero había gente con sus mismas ideas que lo estaba haciendo», subraya. EFE



4 Comentarios

  1. Ahora mesplico porqué todos los politicos, politiquillos y politicastros de todos los colores, así como intelectuales y otras clases de listos, son tan cretinos e incompetentes. Todos los listos, inteligentes y competentes que había se habían marchado aterrorizados por los terrorizadores. Así que ahora ajoyagua.

  2. ¿No sería más justo y humano preguntar «Cuantas vidas perdió España por culpa de ETA»? y al escribir España no me refiero solamente a las que mataron los hunos a los hotros, incluyo también las que mataron los hotros a los hunos.
    Y la h en “unos” y “otros” no es falta de ortografía. Así lo escribió el insigne escrito bilbaíno D. Miguel de Unamuno el 11 de diciembre de 1936 en su carta dirigida al director del diario ABC veinte días antes de su muerte, refiriéndose a los asesinatos que asolaban nuestro país aquellas fechas y que, sospechaba, seguirían en escalada durante muchos años, como lamentablemente así ocurrió.

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