Por Álvaro Martínez

Conocíamos ayer a la mañana la supuesta agresión por motivos racistas en Vitoria. A la tarde se recopilaban datos que ponían en cuestión tal motivación. Pero el hecho es que el circo se ha montado. La oposición acusando al alcalde de ser la mecha que enciende la bronca, y el primer edil, perplejo porque se le acuse de algo en lo que no ha participado.

Es una mala noticia. Desde el supuesto incidente, hasta la discusión política que hubo a continuación. Nadie, absolutamente nadie, ha hecho nada por pararla. Más bien al contrario. Nuestros dirigentes municipales han avivado el debate sin contemplaciones. Y todo por un puñado de votos.

Al alcalde Maroto se le ha acusado de buscar réditos electorales en su debate sobre el fraude en las ayudas sociales, puesto que es cierto que ha enganchado con un sector de vitorianos que piensan lo mismo. Y eso da votos.

Ayer, el PNV, el PSE y EH Bildu, hicieron exactamente lo mismo. Buscar votos tratando de aprovecharse de un capítulo desgraciado en nuestra ciudad.

Suspenso a todos. A los cuatro.

Ningún ciudadano debiera alegrarse de una situación como la vivida en las últimas horas. Y lo peor es que no hay vuelta atrás.

Este debate y las formas de aprovechamiento de los cuatro partidos, según vengan los acontecimientos diarios, no van a cambiar hasta el 24 de mayo del año que viene, día de las elecciones municipales.

El debate sobre la inmigración en Vitoria no atiende ya a parámetros racionales. Es una causa, un sentimiento. Es como un Madrid-Barcelona de fútbol, nadie va a convencer a nadie. Se sienten los colores, y punto.

En este punto al que se ha llegado, todos tienen su responsabilidad. Admítanlo. Javier, Gorka, Patxi y Kike, admítanlo. Pero sobre todo no se vistan con piel de cordero. Que ya no cuela.

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