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La falta de accesibilidad y de sensibilización social son las principales barreras a las que se enfrentan las personas con discapacidad que quieren practicar turismo activo en el medio natural, según relata en Vitoria a Efe la experta el actividad física inclusiva, Virginia Alcaraz, que da un tirón de orejas a instituciones y agentes turísticos: «querer es poder».

Alcaraz, profesora en la Universidad de Sevilla especializada en actividad física adaptada y en turismo activo, encuentra carencias en toda la cadena de accesibilidad en materia de turismo en la que a cada paso afloran escollos para las personas con discapacidad, que van desde el medio de transporte a elegir, hasta las condiciones de los alojamientos pasando por espacios como los centros de interpretación del medio natural.

Para empezar, lamenta que muchos alojamientos que se dicen accesibles no lo son y presentan por ejemplo escalones en la entrada para llegar a un baño que sí está adaptado. «Hay cosas que chirrían y los que no tenemos discapacidad no vemos ese simple escalón», asegura.

No obstante, para Alcaraz, una de las principales barreras es la falta de sensibilidad social y la ausencia de formación por parte de las empresas que ofertan turismo activo y que cierran la puerta a participar en actividades deportivas al aire libre a este colectivo, «que se encuentra con una negativa continua» y tiene que conformarse con «actividades más pasivas».

Recomienda a estas empresas que se preparen, «sean valientes y pregunten si se puede o no» ofrecer estas actividades para personas con discapacidad, al tiempo que afirma que la respuesta pasa por la formación, por la ayuda y por el uso de material adaptado.

«Querer es poder, no siempre se trata de la parte económica, pero sí hay que poner unos recursos mínimos para la formación y para dar la oportunidad», sostiene.

Desde su experiencia ilustra que es posible y se remite a las actividades de barranquismo con discapacitados visuales, a los que de forma previa se les prepara «del mismo modo que a las personas sin discapacidad: enseñándoles el material y a que lo utilicen».

«Hacemos muchas actividades en el río, de canoa, de piragua y de vela. Vamos a la montaña y hacemos senderismo, media montaña y alta montaña. Hemos hecho espeleología con personas con discapacidad visual y sordo ceguera y también rapel y vía ferrata con discapacitados intelectuales ¿Se puede? Sí se puede, pero hay que prepararse», insiste.

Alcaraz asegura incluso que las personas con discapacidad habituadas a hacer turismo deportivo se topan con problemas para participar en competiciones como en maratones, bien por no contar con modalidades específicas o por no permitir la participación de guías en el caso de los invidentes. «Eso es un problema de tipo social y de estructura», explica.

En el ámbito educativo queda mucho por hacer aún porque los docentes no tienen claro dónde acudir. Todavía hoy, afirma, hay jóvenes con discapacidad que han terminado la educación obligatoria y que confiesan que lo único que hacían en gimnasia «era apuntar en un cuaderno lo que hacían sus compañeros».

«Eso sigue pasando y estamos trabajando para eliminarlo, para que haya una actividad física en la que participen todos por igual y en el fomento de la participación cooperativa», señala.

Y es que deja claro que el ocio, el turismo y el deporte «compartido es inclusivo, porque si no es así no es inclusivo». «Si tu coges un grupo de personas con discapacidad y los llevas a hacer senderismo no es una actividad inclusiva», apunta.

Reprocha a las instituciones que dicen estar comprometidas con la inclusión aunque en realidad «no cumplen» con este compromiso porque en muchos casos «no están haciendo actuaciones concretas» para alcanzarlo.

«La accesibilidad es todos los medios que podemos poner para llegar a un destino y la inclusión es poder hacer ese camino juntos», concluye esta profesora universitaria que comparte este sábado en Vitoria este mensaje en unas jornadas sobre turismo y discapacidad en la montaña. EFE



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