Por Teresa Díaz (EFE).- «Una foto de todo lo que se ha destruido en Valencia puede ser muy similar a una imagen de Gaza o de Ucrania. Da igual, es destrucción y sufrimiento de las personas». También las secuelas psicológicas de las víctimas en uno y otro escenario son parecidas.
Así lo asegura en una entrevista con EFE el psiquiatra Miguel Gutiérrez Fraile, quien, además de su bagaje profesional, cuenta con una amplia experiencia personal como miembro de varias expediciones humanitarias a Ucrania en las que ha sido testigo directo de los efectos de la guerra sobre la salud mental de los ciudadanos.
«Nadie va a poder normalizar su vida en mucho tiempo»
Gutiérrez, catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco en Vitoria, opina que el nivel de destrucción de la dana es de tal calibre que hablar de normalidad en la vida de las víctimas es una utopía. «Nadie va a poder normalizar su vida en mucho tiempo», advierte.
Los afectados tendrán que hacerse otro planteamiento y marcarse otros objetivos porque les espera un futuro distinto al que tenían antes de la catástrofe. «Pasará tiempo hasta que se vuelvan a generar los recursos, tanto físicos como psicológicos, para que puedan rearmarse mentalmente».
Según este experto, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Psiquiatría Clínica (SEPC), los daños psicológicos de un conflicto bélico se pueden extrapolar a cualquier otra situación de emergencia como la dana que ha azotado a la Comunidad Valenciana y que ha dejado un reguero de destrucción a su paso.
Ansiedad, depresión y estrés postraumático son los principales trastornos que sufren las personas que han estado en una zona de conflicto o han vivido una catástrofe natural de tal magnitud como la reciente dana. Y se dan tanto en la población adulta como en la infantil.
Un duelo general
El dolor por lo que se pierde está detrás de estas disfunciones. «Podemos hablar casi de un duelo general», porque todo el mundo ha perdido algo, familiares, amigos, propiedades, negocios, vínculos sociales…
«Es la ruptura de la vida, una experiencia catastrófica, y nunca mejor dicho, desde el punto de vista psicológico», subraya.
Y aunque «unos se defienden mejor y otros peor», los daños psicológicos pueden afectar a cualquier persona en esas situaciones de emergencia, aunque lógicamente lo sufren con mayor intensidad aquellas que tienen una vulnerabilidad previa.
Además del dolor por todo lo perdido, la inseguridad y la incertidumbre «es un manto» que cubre todo el ambiente, señala el doctor Gutiérrez, que lo define como «el quebrantamiento de las expectativas de futuro».
Ansiedad aguda, veinte días después
¿Cuándo empiezan a aflorar los trastornos mentales? Veinte días después de la dana ya hay personas con «respuestas de ansiedad agudas». Aquellas que han vivido situaciones extremadamente traumáticas, en las que su vida ha estado en peligro.
En otras se irán manifestando los trastornos más a medio o largo plazo «en paralelo a lo que va a costar reparar los daños, tanto materiales como psicológicos», indica.
Por ello, este psiquiatra pone el acento en la importancia de «la intervención inmediata». De hecho, en Valencia ya están actuando asociaciones de psicólogos y psiquiatras e, incluso, las Fuerzas Armadas han desplazado hasta allí a un equipo de una veintena de estos profesionales.
Secuelas, algunas de por vida
Además, incide en la importancia de la atención rápida de cara a las secuelas futuras. En personas que muestran signos de ansiedad o depresión, una intervención precoz «puede evitar el desarrollo de problemas a medio y largo plazo».
Con ayuda profesional muchos se recuperarán pero otros quedarán con secuelas psicológicas «quizá de por vida», porque la pérdida de hijos, cónyuges u otros seres queridos de una manera tan trágica «es muy difícil de reparar», reconoce.
Las secuelas serán más habituales en la población adulta que en la infantil, ya que los niños «tienen una capacidad de resolución de las cosas mucho mayor», pero advierte: «Siempre y cuando reciban orientación y apoyo desde el principio». EFE
La dana pasa factura a enfermos crónicos y ancianos: «Antes salía de casa, ahora ya no»
Por Rosa Díaz (EFE).- Pepa Matías no se quiere quejar, dice que ella por lo menos no ha perdido la casa, pero tiene motivos porque ha vivido dos semanas de pesadilla: primero se inundó su vivienda, después su marido, jubilado como ella, se cayó limpiando el barro y tuvo que ser operado y ahora las dolencias de ambos van a peor.
«Mi marido antes salía de casa, pero ahora ya no -explica a EFE-. A mí me da miedo que se infecte la herida con este barro que llena las calles y huele tan mal, y él tampoco quiere salir porque tiene alzheimer y desde el día del temporal está más desorientado».
Como el esposo de Pepa, muchos enfermos crónicos ya notan los efectos a medio y largo plazo del temporal que azotó Valencia y se llevó la vida de, al menos, 218 personas, según el último dato oficial disponible.
La asistencia sanitaria ha entrado en una segunda fase, según Carlos Sánchez, responsable del Servicio de Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate de Madrid (SAMUR) desplazado a Valencia: «Si durante los primeros días acudíamos a emergencias, ahora ayudamos sobre todo a personas con movilidad reducida que necesitan asistencia sanitaria por dolencias crónicas».
«El hecho de que nosotros estemos en la calle y trabajemos en coordinación con policía y bomberos nos permite estar en contacto con el ciudadano y que nos pueda reclamar esa asistencia», añade.
Los riesgos de ayudar en plena calle
Pero no siempre los ciudadanos piden ayuda. Pepa, por ejemplo, siente que a su alrededor hay desgracias mayores que la suya y por eso, a pesar de su avanzada edad, salió a la calle con su marido a echar una mano en las tareas de limpieza.
Los dos se resbalaron y el peor parado fue su esposo, que ya estaba en lista de espera para una prótesis y tuvo que ser operado de urgencia.
El posoperatorio está siendo complicado porque, como ellos no pueden ir hasta el centro médico, Pepita se está encargando de las curas y de mantener en casa la higiene que precisa un enfermo, cosa nada fácil en estos momentos en su pueblo, Massanassa, donde todavía hay agua encharcada y basura por las calles.
«He tenido ansiedad y me estoy medicando, pero con cuidado porque también tomo medicamentos para la tensión y los problemas de articulaciones», comenta Pepita, que habla más de las dolencias de su marido que de las suyas, pero ella también padece enfermedades crónicas que se están complicando por el peso del trabajo que supone cuidar a su esposo y por la tensión que ha vivido y sigue viviendo.
«Estoy agotada y muy triste -reconoce-, pero intento no desanimarme. Ya le he dicho a mi marido que nada de ver las noticias, mejor cosas que nos entretengan».
Los ancianos, uno de los colectivos más afectados por la dana
Una de las vecinas de Pepita es otra mujer mayor que tiene problemas respiratorios y a la que el polvo que flota en el ambiente le provoca ahogos.
En otro pueblo de la zona anegada, Algemesí, Isabel Adam camina por la calle con su madre de 81 años. «Es el primer paseo desde el día del temporal», aclara.
«Lleva desde el 29 de octubre sin salir porque está todo lleno de barro y es peligroso para ella, que va con andador; además, está más desorientada de lo habitual», agrega mientras acompaña a la peluquería a su madre, que «es muy coqueta».
Cerca de donde vive Isabel Adam, también en Algemesí, murió el día del temporal Pepe Magraner, un hombre de 80 años que estaba solo en casa cuando le alcanzó el agua.
Los mayores de 70 años fueron los que más sufrieron el primer envite del temporal, con al menos 104 fallecidos del total, y ahora siguen siendo uno de los colectivos más vulnerables porque sus dolencias se han complicado.
Durante los primeros días, muchos se quedaron sin luz y tuvieron problemas para conseguir agua potable, comida variada y medicinas, cosa que ya se está traduciendo en complicaciones de salud para las personas con patologías de base. EFE
Pobre gente, no puedo ni imaginar lo que tienen que estar sufriendo y el gobierno sin hacer ni p. caso. Eso sí, todos al Congreso PSOE en Sevilla como si fueran a un concierto. Menuda panda que tenemos a las riendas de este país.
Si hubieran estado ellos en Valencia el día de marras seguro que hubieran movilizado Santiago con Roma, no sé, a lo mejor hubieran escapado todos como ratas.