Confebask, la patronal vasca. Primero, cabe resaltar el mérito que tiene para una asociación de empresarios sobrevivir -y nunca mejor dicho- en un país como éste. Sobre todo en los años convulsos de los conflictos laborales y de la existencia del terrorismo: que mató empresarios y exigió el impuesto revolucionario.

La Confederación Empresarial Vasca tuvo, sobre todo en sus inicios, que superar las dificultades del momento, sobre todo en dos sentidos.

En lo político, esperó al final de la transición para nacer. Y no eran días fáciles, cuando las distintas sensibilidades hacían quebrar a una institución simplemente cuando se debatía hablar de Euskadi o País Vasco. En lo social, menos aún. En plena era de reconversión, la pugna con los sindicatos obligaba al mundo empresarial a unirse. Y tal vez por eso se aparcaron otras disquisiciones.

Y hubo un tercer elemento: el terrorismo, que tanto ha azotó al colectivo empresarial. En ocasiones en el corazón de Confebask, como en el caso de José Mari Korta.

Al hacer balance, sin embargo, también se encuentran algunas sombras. La patronal se ha encharcado muchas veces en unas cuantas polémicas, demasiadas. Más de las que la propia Confebask hubiera querido. Pese a tener durante muchos años en su secretaría general al ‘apagafuegos’ José Guillermo Zubia, se enzarzó en cuestiones políticas –como el ‘plan Ibarretxe’, que a punto supuso la ruptura interna- o en luchas domésticas, como la del presidente vizcaíno Vázquez Eguskiza por acceder a la presidencia en 2011. Claro que Confebask no es sino el fiel reflejo de sus socios: en los últimos años SEA y Adegi -Cebek en menor medida- habían atravesado etapas convulsas, con encarnizadas luchas por el poder y sonados despidos de secretarios generales. Incluso la marcha el año pasado de Nuria López de Guereñu. La última por el momento.

Con todo, la patronal vasca sigue siendo hoy, un instrumento útil y totalmente vigente para el mundo empresarial vasco. Es más, tiene por delante varios retos ineludibles. Uno, fomentar la entrada de la mujer en su colectivo, puesto que se mantiene como un reducto de poder casi en exclusiva masculino.

Por otro lado, transmitir una imagen de aún mayor estabilidad y fortaleza, sobre todo en estos tiempos de crisis. Y, por último, Confebask debe aumentar su peso específico dentro de la sociedad y también dentro de las propias patronales, tanto españolas como de la Unión Europea.

En un entorno tan globalizado, el empresariado vasco tiene la obligación de hacer notar su presencia fuera de las fronteras. Y ese reto le toca a Roberto Larrañaga.

Desde aquí un abrazo afectuoso al presidente saliente, Miguel Ángel Lujua, que siempre trató con cariño y respeto a quién escribe. Cuyo esfuerzo, categoría, aciertos y trabajo de estos años, es incuestionable.



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