Por Ernesto Martínez (EFE).- Bilbao hace memoria estos días de las inundaciones que interrumpieron trágicamente sus fiestas en agosto de 1983 y, 40 años después, recuerda la peor riada de su historia con tristeza por los efectos de la catástrofe y con orgullo por la solidaridad ciudadana que ayudó a que la villa resurgiera del barro.

En la mayor catástrofe natural registrada hasta ahora en Euskadi, Bilbao concentró buena parte de los daños, pero hubo 101 poblaciones vascas afectadas, especialmente en Bizkaia y Álava.

La consecuencia más trágica de aquellas inundaciones fue el fallecimiento en el conjunto del País Vasco de 34 personas, a lo que se añadieron unas pérdidas económicas por valor de unos 200.000 millones de pesetas (unos 1.200 millones de euros).

503 LITROS

En 24 horas, entre las 9 de la mañana del 26 de agosto y la misma hora del día 27, llovieron sobre Bilbao 503 litros por metro cuadrado, una cantidad enorme que no ha vuelto a repetirse. Los expertos, que achacaron el fenómeno a una «gota fría», calculan un «período de retorno» de 500 años para que se repita algo similar.

Aunque había llovido en las jornadas previas, fue el día 26 cuando las precipitaciones se intensificaron y, por la tarde, provocaron el desbordamiento de la ría.

Con Bilbao en el tramo final de sus fiestas de la Semana Grande, el agua se adueñó del recinto festivo, arrastrando todo a su paso y anegando el Casco Viejo y otros barrios de la villa.

Andoni Oleagordia, quien era médico municipal de Bilbao cuando se produjeron las inundaciones de 1983, destaca en declaraciones a EFE la «gran respuesta» que dieron en esos primeros momentos los miembros de las comparsas festivas, que «fueron los primeros en organizarse», junto a policías y bomberos, para avisar dle peligro y ayudar a potenciales víctimas.

La lluvia caía sin parar y el nivel del agua en la ría continuaba en ascenso, rebasando en ocasiones los tableros de algunos puentes.

TRES METROS DE AGUA EN LAS CALLES

El agua entraba con fuerza en comercios, bares y otros locales del Casco Viejo, y alcanzó una altura de tres metros en esa zona, llegando casi a los primeros pisos, como aún se puede comprobar en fachadas de edificios y en establecimientos de la parte histórica de la ciudad en los que hay instaladas placas para recordar el nivel de la riada.

La fuerza de la corriente soltó las amarras del barco «Consulado», atracado de forma permanente junto al Ayuntamiento y que se hundió en la ría, y retorció las vías ferroviarias de la estación de Atxuri, volcando vagones e incluso tirando alguno de ellos al cauce.

La inundación rodeaba por completo emblemáticos edificios como el Teatro Arriaga y mercado de La Ribera, mientras la ría arrastraba aguas abajo coches, electrodomésticos, ramas, árboles enteros y todo tipo de restos, incluidos bidones industriales de los que se temía que podían contener productos tóxicos.

La noche se hizo larga para la ciudadanía afectada, con el agua corriente y la electricidad cortados. También sin teléfono (entonces no había móviles), las emisoras de radio tuvieron un destacado protagonismo para poner en contacto, a través de mensajes, a familias que se habían quedado incomunicadas.

DEVASTACIÓN AL AMANECER

En la mañana del día 27 el nivel del agua comenzó a descender y, a medida que la ría volvía a su cauce, se hicieron patentes los devastadores efectos de la riada.

Empezaban a llegar las noticias de las víctimas mortales. En Galdakao fallecieron varias personas al derrumbarse una casa; en Llodio (Álava) murieron cuatro guardias civiles y un joven al que rescataban; «Madriles», un sintecho muy popular en el Casco Viejo bilbaíno, se había ahogado…

Y los destrozos materiales eran incontables. Edificios caídos, empresas anegadas, puentes derribados, carreteras cortadas, tanto en Bilbao como en numerosas poblaciones vizcaínas, como Bermeo, Galdakao, Basauri, Arrigorriaga y Gernika, que registraron también graves daños.

LLEGA LA AYUDA

Con las vías de comunicación fuera de servicio, soldados del Ejército se encargaron de suministrar alimentos a la población damnificada e instalaron tiendas de campaña para el alojamiento temporal de algunas personas que habían perdido su casa.

Bomberos, sanitarios y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad movilizaron todos los recursos disponibles para hacer frente a la catástrofe, mientras la ciudadanía tenía que abastecerse de agua por medio de camiones cisterna que aparcaban en determinados puntos.

Periódicos de aquellos días recogían en titulares como «Euskadi arrasada», apuntaban que el resto de España «se volcó en el envío de alimentos» y reflejaban la imagen del entonces lehendakari, Carlos Garaikoetxea, recorriendo el Casco Viejo.

Con Bilbao bajo el lodo y los comercios reventados por el agua, hubo desaprensivos que se dedicaron al pillaje y se detuvo a treinta saqueadores en los dos días siguientes a la riada. También se denunció a algunos que vendían con usura productos básicos como una barra de pan o una botella de agua.

PALAS Y BOTAS

Pero, por encima de todo, lo que más llamó la atención de aquellas inundaciones fueron las miles de personas que, de forma espontánea, espoleadas por la desastrosa imagen que ofrecía la villa, se fueron acercando al Casco Viejo y a otras zonas afectadas de la capital vizcaína para colaborar voluntariamente en la limpieza de la ciudad.

Palas y botas de goma eran los pertrechos comunes de aquellos voluntarios que se empleaban a fondo para que la ciudad emergiera del barro.

Cuatro décadas después, las comparsas festivas de Bilbao han hecho un hueco en la programación de la Semana Grande de este año para celebrar el 26 de agosto un acto conmemorativo bajo el lema «Elkarlan Uholdea» (oleada de colaboración) para recordar aquel movimiento solidario.

Marijaia, símbolo de las fiestas de Bilbao, amaneció desfigurada por efecto de la riada, pero fue recompuesta pronto, al igual que la ciudad, aunque la recuperación económica tardase más en llegar. EFE



2 Comentarios

  1. Y ahí estabamos los soldaditos del Reg. Garellano ,pala y pico en jornadas de veinte horas con dos descansos. En concreto yo en Bermeo con mi compañía ,la C.O.E. 62 de Munguía.
    La gente no sabía ni como darnos las gracias y si encima les hablábamos en euskera se morían.
    Qué tiempos!!!!

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