Por Pablo Madariaga

(EFE).- Con el inquietante lema «ring of fire» (anillo de fuego), un corazón atravesado por un cuchillo, y las llamas del infierno de fondo, los rockeros más apasionados están sellando su amor en la capilla que el Azkena Rock ha preparado para ellos en el recinto de conciertos de Vitoria.

El conocido actor local Txaflas ejerce de diabólico predicador, mientras Lemmy y el mismísimo Elvis presiden la ceremonia desde el secreto limbo de los héroes del rock & roll.

Son bodas al estilo Vegas (que no veganas), en las que pocos papeles se exigen a los contrayentes. Con la pulsera que da acceso al recinto es suficiente.

Tampoco se hacen demasiadas preguntas. No importa el género, la edad ni otros posibles enlaces previos. Un par de testigos ayudan, pero no parece difícil encontrarlos entre una multitud con muchas ganas de colaborar.

No hay garantías de que instituciones algo más serias reconozcan el enlace, no hace falta separación de bienes y parece poco probable que la jerarquía católica bendiga las nupcias, pero poco importa cuando el amor llama a tu puerta.

El domingo la resaca sustituirá a la pasión y las parejas despertarán del sueño rockero (no forzosamente en la misma cama). Será el momento de arrepentirse quizás, aunque lo contrario también es posible. Que la rutina no separe nunca lo que han unido los dioses del rock.

El año que viene, si los avatares de la vida ha alejado los caminos de los recién casados, habrá tiempo de reencontrarse en el mismo escenario. Tal vez entonces el amor resucite con el sonido eléctrico de otras guitarras de fondo.



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